ANECDOTARIO
ANECDOTARIO
Continuando con nuestros más lindos recuerdos, presentaremos dos anécdotas que nos traeran a la mente inolvidables momentos:





Continuamos con las anécdotas.....




y por último un artículo que salió en el diario Trome este Domingo 8 de Febrero.
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El santo de 'Pancholón'
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El Chato Matta llegó al restaurante por un cevichazo. "María, el jueves celebramos el santo del maestro 'Pancholón', amo y señor de la ¿tramposería?. Como era de esperarse, sus discípulos, aprendices de infieles, decidieron armarle una encerrona en un local caleta de La Marina. Fue impresionante ver a todo el 'ganado' que alguna vez corrió con el 'Gran maestro'. Asistieron calzoncitos sucios y limpios. Todas bien al ropero, con gel en el pelo, manicura y pedicura. Las minifaldas y tops fueron lo mejor de la noche. Los celulares se decomisaron en la puerta menos al 'Cabezón' Medina para que la pegue de urraco y la rumba fue con boleto y todo. Los abogados y sobretodo la promo de su colegio, amigos de 'Pancholón', chequeaban los 'materiales', se les iban los ojos. Hubo de todo, chicas de casa y las otras. Estudiantes de derecho, practicantes, secretarias y profesionales. Chicas sanas que miraban el mundo en una pista de baile sobre todo cuando la rompían los de la 'G'. Sobraban mujeres de paso, las actrices, las maleras que se embarazan y destruyen hogares, las que tienen buen ojo para los giles, las rumberas, las que rascan paredes, las peperas, las que tienen maridos y dicen que están solas, las que la pegan de sanas, las 'partidoras', las sangronas y las que te piden que la lleves de la mano. Todas revueltas y sudorosas.
El tono estaba en su mejor momento cuando de pronto un chibolo tombo él de 43 años, con un vaso de cerveza en la mano, se acercó y le dijo a Pancho: 'Maestro, hace años un profesor me dijo que porqué no estudiaba en algún colegio de La Victoria, como el Labarthe o el Salaverry y yo vivía ahí, y le respondí es que hay Chicos malos… y al final lo que hay son Chicas malas.
Quiero que me dé su consejo de qué hacer con ellas'. Al 'Tulito' se le pasó lo huasca, recordó que hace poquito un peloterito dio que hablar con ese tema y en una lo parchó. 'Mira, negro microscopio, te voy a escuelear para que no arruines lo que te queda de tu futuro, no seas sano, a pesar de tus años todavía estás en 'pampers' en la vida'.
Sigue estas recomendaciones que se las aprendí a Zegarra y Mosquito…
1. Nunca te emociones cuando empieces un romance. Camina despacio. Primero sé podrido, así sea tranquila o del otro bando, investiga porque el pasado sí importa, quizá estuvo con el 'loco Botella' o con 'Buitre'. Desde enamorado tienes que meterla al 'Google'.
2. No te amarres con alguien que se ha acostado con uno y otro, quizá hasta pasó por las 'alas' de Segovia. Las hembritas con mucho kilometraje siempre tienen la mañosería en la cabeza y tiran pal' monte, acuérdate de la 'cuarto de pollo' o de la 'cara de chancho'. Se les mete el gusano y ya fuiste, sino pregúntale a Fredick.
3. Ponle pruebitas de amor en el camino. Pégala de misio como 'Diccionario' Arévalo y fíjate si es solidaria contigo, tenla un rato a pan y agua, pero no tanto como al tío 'Nicotina'.
4. La juventud es para disfrutarla, estudiar y ayudar a tus viejitos. La mujer ideal para la casa es la decente, honesta y emprendedora, como la 'Cara de Vaso' por ejemplo. Tiene que querer a tu familia y si no, que se vaya para 'La Habana' o con los 'chicos malos'.
5. Olvídate de esas mujeres que todas las semanas paran en salsódromos y discotecas. Esas solo son para jugar naipes, pregúntale a 'Pinocho'. Ah, y cuidado con las apariencias porque hay muchas que las pegan de seriecitas, pero son el diablo (acuérdate de 'Cara de Tombo') y hasta con sorpresa…
Pucha, ese Pancholón da consejos machistas como mi amigo Moisés Bazán que lleva los pantalones en casa. Me voy, cuídense y que VIVA GUADALUPE Carajo…
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LOS MOTIVOS DEL LOBO
El varón que tiene corazón de lis, alma de querube, lengua celestial,
el mínimo y dulce Francisco de Asís,
está con un rudo y torvo animal, bestia temerosa, de sangre y de robo,
las fauces de furia, los ojos de mal: ¡el lobo de Gubbia, el terrible lobo!
Rabioso, ha asolado los alrededores; cruel, ha deshecho todos los rebaños;
devoró corderos, devoró pastores,y son incontables sus muertos y daños.
Fuertes cazadores armados de hierrosfueron destrozados. Los duros colmillos
dieron cuenta de los más bravos perros,como de cabritos y de corderillos.
Francisco salió: al lobo buscó en su madriguera.
Cerca de la cueva encontró a la fiera enorme, que al verle se lanzó feroz
contra él. Francisco, con su dulce voz, alzando la mano, al lobo furioso dijo: ¡Paz, hermano lobo!
dieron cuenta de los más bravos perros,como de cabritos y de corderillos.
Francisco salió: al lobo buscó en su madriguera.
Cerca de la cueva encontró a la fiera enorme, que al verle se lanzó feroz
contra él. Francisco, con su dulce voz, alzando la mano, al lobo furioso dijo: ¡Paz, hermano lobo!
El animal contempló al varón de tosco sayal;
dejó su aire arisco, cerró las abiertas fauces agresivas, y dijo: !Está bien, hermano Francisco!
«¡Cómo!» exclamó el santo. «¿Es ley que tú vivas de horror y de muerte?
¿La sangre que vierte tu hocico diabólico, el duelo y espanto
que esparces, el llanto de los campesinos, el grito, el dolor
de tanta criatura de Nuestro Señor, no han de contener tu encono infernal?
¿Vienes del infierno? ¿Te ha infundido acaso su rencor eterno Luzbel o Belial?
Y el gran lobo, humilde: ¡Es duro el invierno, y es horrible el hambre! En el bosque helado
no hallé qué comer; y busqué el ganado, y en veces... comí ganado y pastor.
¿La sangre? Yo vi más de un cazador sobre su caballo, llevando el azor
al puño; o correr tras el jabalí, el oso o el ciervo; y a más de uno vi
mancharse de sangre, herir, torturar, de las roncas trompas al sordo clamor,
a los animales de Nuestro Señor.
¡Y no era por hambre, que iban a cazar!»
dejó su aire arisco, cerró las abiertas fauces agresivas, y dijo: !Está bien, hermano Francisco!
«¡Cómo!» exclamó el santo. «¿Es ley que tú vivas de horror y de muerte?
¿La sangre que vierte tu hocico diabólico, el duelo y espanto
que esparces, el llanto de los campesinos, el grito, el dolor
de tanta criatura de Nuestro Señor, no han de contener tu encono infernal?
¿Vienes del infierno? ¿Te ha infundido acaso su rencor eterno Luzbel o Belial?
Y el gran lobo, humilde: ¡Es duro el invierno, y es horrible el hambre! En el bosque helado
no hallé qué comer; y busqué el ganado, y en veces... comí ganado y pastor.
¿La sangre? Yo vi más de un cazador sobre su caballo, llevando el azor
al puño; o correr tras el jabalí, el oso o el ciervo; y a más de uno vi
mancharse de sangre, herir, torturar, de las roncas trompas al sordo clamor,
a los animales de Nuestro Señor.
¡Y no era por hambre, que iban a cazar!»
Francisco responde: "En el hombre existe mala levadura. Cuando nace, viene con pecado. Es triste.
Mas el alma simple de la bestia es pura. Tú vas a tener desde hoy qué comer.
Dejarás en paz rebaños y gente en este país. ¡Que Dios melifique tu ser montaraz!"
«Esta bien, hermano Francisco de Asís.»
«Ante el Señor, que toda ata y desata, en fe de promesa tiéndeme la pata.»
El lobo tendió la pata al hermano de Asís, que a su vez le alargó la mano.
Fueron a la aldea. La gente veía y lo que miraba casi no creía.
Tras el religioso iba el lobo fiero, y, bajo la testa, quieto le seguía
como un can de casa, o como un cordero.
Francisco llamó la gente a la plaza
y allí predicó. Y dijo: «He aquí una amable caza.
El hermano lobo se viene conmigo; me juró no ser ya vuestro enemigo,
y no repetir su ataque sangriento.
Vosotros, en cambio, daréis su alimento a la pobre bestia de Dios.» «¡Así sea!»,
Contestó la gente toda de la aldea.
Y luego, en señal de contentamiento, movió la testa y cola el buen animal,
y entró con Francisco de Asís al convento.
Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo en el santo asilo.
Sus bastas orejas los salmos oían y los claros ojos se le humedecían.
Aprendió mil gracias y hacía mil juegos
cuando a la cocina iba con los legos.
Y cuando Francisco su oración hacía, el lobo las pobres sandalias lamía.
Salía a la calle, iba por el monte, descendía al valle,
entraba a las casas y le daban algo
de comer. Mirábanle como a un manso galgo.
Un día, Francisco se ausentó. Y el lobo
dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo,
desapareció, tornó a la montaña,
y recomenzaron su aullido y su saña.
Otra vez sintiose el temor, la alarma,
entre los vecinos y entre los pastores;
colmaba el espanto en los alrededores,
de nada servían el valor y el arma,
pues la bestia fiera no dio treguas a su furor jamás,
como si estuviera fuegos de Moloch y de Satanás.
Cuando volvió al pueblo el divino santo,
todos los buscaron con quejas y llanto,
y con mil querellas dieron testimonio
de lo que sufrían y perdían tanto
por aquel infame lobo del demonio.
Francisco de Asís se puso severo.
Se fue a la montaña a buscar al falso lobo carnicero.
Y junto a su cueva halló a la alimaña.
«En nombre del Padre del sacro universo,
conjúrote» dijo, «¡oh lobo perverso!,
a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal?
Contesta. Te escucho.»
Como en sorda lucha, habló el animal,
la boca espumosa y el ojo fatal:
«Hermano Francisco, no te acerques mucho...
Yo estaba tranquilo allá en el convento;
al pueblo salía, y si algo me daban estaba contento
y manso comía.
Mas empecé a ver que en todas las casas
estaban la Envidia, la Saña, la Ira,
y en todos los rostros ardían las brasas
de odio, de lujuria, de infamia y mentira.
Hermanos a hermanos hacían la guerra,
perdían los débiles, ganaban los malos,
hembra y macho eran como perro y perra,
y un buen día todos me dieron de palos.
Me vieron humilde, lamía las manos
y los pies. Seguía tus sagradas leyes,
todas las criaturas eran mis hermanos:
los hermanos hombres, los hermanos bueyes,
hermanas estrellas y hermanos gusanos.
Y así, me apalearon y me echaron fuera.
Y su risa fue como un agua hirviente,
y entre mis entrañas revivió la fiera,
y me sentí lobo malo de repente;
mas siempre mejor que esa mala gente.
Y recomencé a luchar aquí,
a me defender y a me alimentar.
Como el oso hace, como el jabalí,
que para vivir tienen que matar.
Déjame en el monte, déjame en el risco,
déjame existir en mi libertad,
vete a tu convento, hermano Francisco,
sigue tu camino y tu santidad.»
El santo de Asís no le dijo nada.
Le miró con una profunda mirada,
y partió con lágrimas y con desconsuelos,
y habló al Dios eterno con su corazón.
El viento del bosque llevó su oración,
que era: «Padre nuestro, que estás en los cielos...»
Mas el alma simple de la bestia es pura. Tú vas a tener desde hoy qué comer.
Dejarás en paz rebaños y gente en este país. ¡Que Dios melifique tu ser montaraz!"
«Esta bien, hermano Francisco de Asís.»
«Ante el Señor, que toda ata y desata, en fe de promesa tiéndeme la pata.»
El lobo tendió la pata al hermano de Asís, que a su vez le alargó la mano.
Fueron a la aldea. La gente veía y lo que miraba casi no creía.
Tras el religioso iba el lobo fiero, y, bajo la testa, quieto le seguía
como un can de casa, o como un cordero.
Francisco llamó la gente a la plaza
y allí predicó. Y dijo: «He aquí una amable caza.
El hermano lobo se viene conmigo; me juró no ser ya vuestro enemigo,
y no repetir su ataque sangriento.
Vosotros, en cambio, daréis su alimento a la pobre bestia de Dios.» «¡Así sea!»,
Contestó la gente toda de la aldea.
Y luego, en señal de contentamiento, movió la testa y cola el buen animal,
y entró con Francisco de Asís al convento.
Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo en el santo asilo.
Sus bastas orejas los salmos oían y los claros ojos se le humedecían.
Aprendió mil gracias y hacía mil juegos
cuando a la cocina iba con los legos.
Y cuando Francisco su oración hacía, el lobo las pobres sandalias lamía.
Salía a la calle, iba por el monte, descendía al valle,
entraba a las casas y le daban algo
de comer. Mirábanle como a un manso galgo.
Un día, Francisco se ausentó. Y el lobo
dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo,
desapareció, tornó a la montaña,
y recomenzaron su aullido y su saña.
Otra vez sintiose el temor, la alarma,
entre los vecinos y entre los pastores;
colmaba el espanto en los alrededores,
de nada servían el valor y el arma,
pues la bestia fiera no dio treguas a su furor jamás,
como si estuviera fuegos de Moloch y de Satanás.
Cuando volvió al pueblo el divino santo,
todos los buscaron con quejas y llanto,
y con mil querellas dieron testimonio
de lo que sufrían y perdían tanto
por aquel infame lobo del demonio.
Francisco de Asís se puso severo.
Se fue a la montaña a buscar al falso lobo carnicero.
Y junto a su cueva halló a la alimaña.
«En nombre del Padre del sacro universo,
conjúrote» dijo, «¡oh lobo perverso!,
a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal?
Contesta. Te escucho.»
Como en sorda lucha, habló el animal,
la boca espumosa y el ojo fatal:
«Hermano Francisco, no te acerques mucho...
Yo estaba tranquilo allá en el convento;
al pueblo salía, y si algo me daban estaba contento
y manso comía.
Mas empecé a ver que en todas las casas
estaban la Envidia, la Saña, la Ira,
y en todos los rostros ardían las brasas
de odio, de lujuria, de infamia y mentira.
Hermanos a hermanos hacían la guerra,
perdían los débiles, ganaban los malos,
hembra y macho eran como perro y perra,
y un buen día todos me dieron de palos.
Me vieron humilde, lamía las manos
y los pies. Seguía tus sagradas leyes,
todas las criaturas eran mis hermanos:
los hermanos hombres, los hermanos bueyes,
hermanas estrellas y hermanos gusanos.
Y así, me apalearon y me echaron fuera.
Y su risa fue como un agua hirviente,
y entre mis entrañas revivió la fiera,
y me sentí lobo malo de repente;
mas siempre mejor que esa mala gente.
Y recomencé a luchar aquí,
a me defender y a me alimentar.
Como el oso hace, como el jabalí,
que para vivir tienen que matar.
Déjame en el monte, déjame en el risco,
déjame existir en mi libertad,
vete a tu convento, hermano Francisco,
sigue tu camino y tu santidad.»
El santo de Asís no le dijo nada.
Le miró con una profunda mirada,
y partió con lágrimas y con desconsuelos,
y habló al Dios eterno con su corazón.
El viento del bosque llevó su oración,
que era: «Padre nuestro, que estás en los cielos...»